Comida medieval

Xantar medival
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El coste de los produtos ofrecidos justifica que esta actividad sea la única de pago en el conjunto de actividades organizadas en la Festa da Istoria.

Una iglesia desafectada de culto, la de la Madalena, es el marco para la celebración de este evento gastronómico. La sobriedad arquitectónica del recinto se conjuga con el ornato de las banderas, reposteros y emblemas heráldicos distribuídos perimetralmente por el refectorio diseñado al efecto y que dan la pertinente acogida a los manjares que se sirven a los cien comensales que pueden ser acogidos en este espacio.

La Coordinadora da Festa da Istoria trabaja, año tras año, para que este acto alcance el éxito procurado. De su buen hacer hablan las numerosas peticiones y reservas que hacen todos aquellos que desean revivir la experiencia de caballeros, nobles o príncipes enjuiciando la bondad de los productos de la tierra y combinando a merced del río, con la galanura de las terneras y otras carnes, siempre bajo el fluír acompasado de los aromáticos blancos y de los recios tintos de los valles de Castilla, nombre que recibía de aquella O Ribeiro.

El precio por persona ronda los 38 maravedís (38 euros), cantidad asumible para quien vela armas o enseñorea nombre y linaje con escudos prestigiados e antiguos. Loza, barro y madera, junto con tenedores y cuchillos de hierro fueron suministrados para hacer más fácil la ingestión a tan selectos comensales. La intención, sabia y cristiana, de no enfurecer a magistrales, labriegos, y demás miembros de la gleba obligó a no incorporar oro, plata y otros metales preciosos a la apetecible celebración culinaria. Naturalmente, ostentar galas y ropajes de época es exigido a tan ostentosos comensales.

Productos y manjares de contrastado consumo medieval como empanadas, peces de río, anguilas y lampreas, carnes de cerdo y chorizos, costillas, cabrito y ternera conquistan la compañía obligada de postres varios en los que se mezclan tartas de castañas y nueces con miel, almendrados y mazapán (mahxabán) con frutas, melindres o requesón. Todo bajo la musicalidad proporcionada por los caldos elaborados con torrontés, treixadura, loureira, lado y albariño o por los tintos ofrendados por el sousón, el brancellau y el caíño (el “pai do viño”).

Los licores de frutas y los aguardientes conjuran la indigestión y dan solaz a la juntanza invitando a terminar la saludable reunión con sonrisas, palabras y cantos.

Comer y beber distinguía a los nobles del pueblo por la calidad de sus viandas